Wednesday, February 29, 2012

Ceviche o muerte, venceremos (GF)

Check out Gustavo Faverón's recent post on the controversial remarks by Oswaldo Reynoso.


Ok, es oficial. En la sociedad peruana si un escritor como Iván Thays declara que la comida peruana le parece indigesta, lo que sigue es una catilinaria de ataques, agravios, insultos y desplantes. Pero si un escritor como Oswaldo Reynoso declara públicamente que Sendero Luminoso no fue un grupo terrorista, que sus acciones no fueron negativas para el país y que Abimael Guzmán es un humanista, al 99.99% de los peruanos le importa un reverendo pepino.

Ahora quiero que quienes se abalanzaron sobre el primero me expliquen por qué no les importa lo dicho por el segundo. ¿Cuáles son las posibles respuestas a esa pregunta? ¿Que el tema de la gastronomía es más relevante que el tema de la guerra, la violencia y la memoria? ¿Que el tema de la cocina peruana es más sensible y delicado que el del asesinato masivo, los juicios populares, las matanzas, las desapariciones? ¿Que lo primero fue un verdadero agravio contra la patria y lo segundo es solamente un comentario olvidable?

La comparación entre ambas reacciones (o la reacción en el primer caso y la falta de reacción en el segundo) no es arbitraria: creo que es un síntoma de algo que muchos venimos denunciando desde hace tiempo: los peruanos están perdiendo cada vez más radicalmente la brújula moral y un mínimo sentido de cuáles son sus prioridades como sociedad; están confundiendo lo trivial con lo medular, voluntariamente relegando discusiones centrales para reemplazarlas, literalmente, con sobremesas que son la nueva forma nacional de ejercer la negación y la autorrepresión; están viviendo en una burbuja. [...]

Hace sólo unos días defendí el derecho del escritor Rafael Inocente a conservar su trabajo en un organismo estatal a pesar de unas declaraciones suyas en las que describía a Abimael Guzmán como "un intelectual". Lo hice porque me pareció justo y a pesar de que Inocente no es --usemos el cliché-- santo de mi devoción. También defiendo el derecho de Reynoso a pensar lo que piensa, aunque sus ideas me parecen aborrecibles. Pero la gracia de la democracia bien entendida es, precisamente, que todas las ideas pueden ser expresadas porque todas pueden ser respondidas. ¿Por qué renunciar a la respuesta?

A Reynoso hay que responderle. Mi estúpida desviación académica e intelectualista, de seguro, es lo que me hace creer que esa respuesta es más necesaria que la respuesta a los ataques de Iván Thays contra la majestad del arroz con pato; muchísimos otros parecen implícitamente juzgar lo contrario. Cuando el Perú regrese a la violencia (y ojalá no ocurra), será tarde para que digamos "¿saben qué?, quizás debimos hablar de esto un poco más que sobre nuestro plato favorito".

Desgraciadamente, creo que una de las razones adicionales para la falta de contestaciones a las palabras de Reynoso es que son simplemente las declaraciones de un escritor, de un simple intelectual. Y allí es donde Thays y Reynoso sí son medidos, irónicamente, con el mismo rasero: el primero es un simple escritor que no tiene derecho a opinar contra la mayoría, y así se le hizo saber; el segundo es un simple escritor cuyas palabras son irrelevantes porque vienen de un intelectual. Casi dan ganas de que un cocinero defienda las acciones de Sendero Luminoso; quizás entonces le prestaríamos atención al hecho. Y así estamos.

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